REFLEXIONES Salvador Navarro Zamorano
REFLEXIONANDO sobre los árboles, los animales y los hombres, cada cual a su manera, muestran una tendencia a la perfección. Las tendencias de la tierra es la de formar una montaña. Las olas del mar están siempre elevándose. La misma tendencia es la de los pájaros cuyo placer es volar y subir. La tendencia de muchos animales es la de colocarse de pie sobre sus patas traseras. El hombre, desde niño, muestra tendencia a estar de pie.
Todo eso es deseo de perfección. La ciencia comprende a medias la ley de la gravedad. Cree que la tierra atrae todo lo que tiene forma. Es verdad. Pero el espíritu también atrae todo lo que le pertenece. Ese otro lado de la ley de gravitación siempre fue del conocimiento de los místicos. La ley de gravedad trabaja en los dos lados: del terrestre, atrayendo todo lo que pertenece a la tierra, del lado del espíritu, atrayendo el alma al espíritu. Luchan igualmente para alcanzar la perfección. En lo que se refiere a la cosas cotidianas, el hombre nunca está satisfecho con lo que tiene. Desea siempre más, una situación mejor, dinero, fama. Esa es la lucha de la humanidad.
Es una prueba de que el corazón es como una taza mágica: por más cosas que deseemos, la taza se vuelve más honda y parece siempre estar vacía. La razón nunca está satisfecha y es que lucha inconscientemente por la perfección. Cada átomo del universo tiene la voluntad de esforzarse y luchar para ser perfecto.
Esa es la naturaleza de los hombres y esa es la naturaleza de la Creación. Todo ha sido creado con ese fin.
SE cuenta una historia sobre un sabio que al comienzo de su vida fue un ladrón. Cierta vez, un hombre que viajaba por el desierto en una caravana, con una bolsa llena de dinero, quería confiarla a alguien, porque oyó decir que habían ladrones en las cercanías. Mirando a su alrededor vio a un hombre sentado con un aspecto diferente a los otros. Se acercó y le dijo: “¿Querría usted guardarme esta bolsa? Tengo miedo de ser robado y los ladrones puedan sustraerme la bolsa”. El hombre dijo simplemente: “Dame tu bolsa, te la guardaré”. Cuando el viajero regresó a la caravana supo que lo ladrones habían llegado y robado a todos sus compañeros de viaje. Dio gracias a Dios por haber entregado la bolsa a alguien para que se la guardase. Volvió a la casa de la persona a quien había entregado el dinero y allí, con sorpresa, encontró a los ladrones sentados repartiendo el dinero del robo y entre ellos al hombre a quien había entregado la bolsa. Comprendió que aquél hombre era el jefe de los ladrones y pensó: “¡Qué tonto fui! ¡Entregué mi dinero a un ladrón! ¿Quién puede ser más tonto que yo?” Empezaba a retroceder cuando el jefe lo vio y lo llamó: “¿A dónde vas?” “Vine a recoger mi bolsa”, contestó el viajante. Y le contestó el jefe de los ladrones: “Tú me entregaste la bolsa, ¿no fue así? Confiaste en mí. Aquí está, puedes tomarla”.
Este acto de fidelidad impresionó a los ladrones de tal forma que siguieron el ejemplo del jefe y devolvieron el dinero robado. El significado de la confianza penetró en el fondo de los corazones de aquellos hombres. Es una prueba de que desconfiando de los demás tal vez podamos evitar una pequeña pérdida, pero la desconfianza plantada en nuestros corazones será una pérdida mucho mayor.
No es una tontería confiar. Un sabio confía mucho más que un tonto. Confiar no es una debilidad, sino fortaleza. Quien confía, en poco es engañado. Quien desconfía de las personas, más pronto o más tarde no confiará ni en los amigos, ni en sí mismo. Y ese será el punto final.
Podemos encontrar un Maestro espiritual, pero si no tenemos confianza en él, poco podrá hacer por nosotros. Si encontramos un Maestro que no sea digno de confianza, el perjuicio será menor que la pérdida de un verdadero Maestro. Todo progreso espiritual bajo la orientación de un Maestro, depende de la amplitud de nuestra confianza en su orientación. Sin esa confianza, todas las enseñanzas y prácticas de las leyes ocultas nada representarán.
NO es del amor universal sobre lo que que voy a reflexionar, sino del amor entre un hombre y una mujer. Es tan misterioso, tan inspirador, tan sublime, sigue siendo tan mal comprendido por muchas parejas, que sin duda es la causa del desengaño y la infelicidad. Voy a contar una historia.
Había un pueblo en la antigüedad, dividido en tribus, con un conocimiento desigual entre ellas. Pero tenía algunas personas evolucionadas entre sus jefes.. No poseían conocimientos de botánica, ni de biología, pero sí experiencias en armonizarse con el universo de las cosas y captar algunas verdades. Y así escribieron la historia de Adán y Eva. Evidentemente, estos dos seres eran imaginarios, pero la historia era una profunda alegoría. Decían que Dios había hecho caer sobre Adán un sueño profundo y de una de sus costillas formó a una mujer. Eso quería decir el narrador, en su significado profundo, que cuando el ser humano apareció sobre la tierra era bisexual. Por motivos que no vienen ahora al caso, las dos partes, masculina y femenina, fueron separadas. Pues bien, toda la actividad humana con sus luchas, trabajos y sufrimientos; todos los dramas, romances, intrigas; todas las ansias y aspiraciones, no representan más que la eterna búsqueda de una de las partes por su otra mitad. Y cuando la encuentra nace ese misterioso y divino sentimiento al que llamamos amor. Esa es una ley.
Desgraciadamente, en la práctica, la inmensa mayoría de las parejas viven en una relación equivocada, basada en la falsedad. Son uniones transitorias. Aquellas que viven con su pareja real, saben de qué estoy hablando.
Así vemos que los niños ya son educados erróneamente, con la creencia inculcada de que, cuando sean mayores, han de casarse para constituir una familia, y que a partir de una edad pueden salir de casa, ir a fiestas, bailar, hacer reuniones, tener muchas amistades, para terminar escogiendo a una pareja.
Nadie o casi nadie recibe la enseñanza de que el amor no se busca, sino que se encuentra, y que buscar el amor como se busca una medicina para una enfermedad, es un desacierto. Para encontrar amor hay que ser digno de él. Nadie enseña que el amor se da sin querer nada a cambio; que es la única cosa que cuanto más se da, más se tiene para seguir dando. Nadie enseña que hay que prepararse para recibir al amor
El pueblo ha percibido esto cuando afirma que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. El hombre es como un ejército, ella es como una fortaleza. Nadie es superior al otro, pero son diferentes y se complementan. Toda la vida sobre la Tierra es de naturaleza dual, condición para que la existencia se manifieste. Este es el orden perfecto, cuyo verdadero sentido fue determinado en la Creación. Una pareja es la manifestación perfecta de las leyes naturales y el hombre sabrá que no se casa para tener un hogar, que no se casa para tener compañía, ni se casa para tener seguridad, ni se casa por obligación, ni para tener hijos, ni por cosa alguna que no sea por amor. Solamente de esta forma la unión de un hombre y una mujer será perfecta.
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