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MUNDO MÁGICO (El hada y el Mago)

EL MANZANO Y LA MANZANA

EL MANZANO Y LA MANZANA

Un manzano muy alto preguntó a una manzana que había caído desde lo alto de una rama hasta sus raíces.

-¡Hola, manzanita! ¿Cuándo te decides ser un manzano?

-¿Yo? Soy una pequeña manzana, nunca seré un árbol.

-Ya eres un manzano en tu interior, una manzana sólo por fuera.

-¡Qué tonterías dices! Decir que soy un manzano…

-Ya lo eres en cualidad; una manzanita solamente en cantidad.

-¿Qué filosofía es esa de cualidad y cantidad?

-La cualidad es tu esencia, tu realidad, tu ser.

-Tonterías filosóficas, esas de esencia y calidad del ser.

-No son tonterías. Por dentro, en tus semillas vivas, eres la esencia, la realidad de aquello que yo soy; por fuera, en tu piel y tu carne dura, no eres ni nunca serás un manzano.

Después de esa conversación, hubo un silencio. En ese silencio, la manzanita murmuraba consigo misma:

-“Sé lo que quiere decir; quiere que muera y luego sea un árbol como él. He oído decir que andan por la tierra unos místicos que dicen: “Si la semilla no muere no puede nacer la planta”. ¡Qué mentiras! ¿Cómo puede nacer lo que muere? Yo, por mí, no quiero saber nada de muertes. Prefiero ser la modesta manzana que soy que ser el manzano que no puedo ser”.

Esos últimos pensamientos fueron pensados con tanta energía que el árbol frutal lo escuchó, y le dijo:

-Una manzana muerta no puede dar un manzano vivo.

-Pero. . . ¿no es esto lo que quieres de mí? ¿Qué muera como manzana para vivir como un árbol, como un manzano?

-No, no es esto lo que quiero de ti. Deseo que tus semillas vivan plenamente, porque ellas son tu realidad, tu esencia, tu alma, lo mismo que yo soy.

-Pero… ¿quieres que muera?

-Nadie tiene que morir. En tu piel y tu carne dura no está la vida; vivo lo es la semilla.

-Ya…ya… Si soy esa semilla viva, ¿qué quieres de mí?

El árbol quedó pensativo. Quería explicar la diferencia entre potencia y materia, pero no le iba a comprender. En ese momento pasó una brisa suave que hizo estremecer ligeramente sus hojas. Y el manzano, como inspirado por el soplo, habló:

-Tú eres potencialmente lo que yo actualmente; estás viva, como yo estoy vivo; pero tú estás viva como quien vive dormida, y yo estoy vivo como quien vive despierto.

-¡Más filosofía mística! Más falsedades.

-Escucha. Filosofía no es quimera, mística no es absurdos. Tú y yo estamos vivos en esencia y realidad; pero nuestro modo de ser vivos difiere el uno del otro. Tu semilla está viva, pero como quien vive en un sueño; mi alma vive despierta. Tu vida durmiente, que es débil, debe ser una vida consciente y fuerte.

La manzana calló durante mucho tiempo intentando comprender la diferencia entre vida durmiente y vida despierta; y comprendió que tanto una como la otra eran vidas reales; lo que el manzano quería de ella era una muerte para una vida mayor, más fuerte, completamente despierta. Y replicó:

-Tú quieres que mi pequeña vida dormida sea una gran vida despierta, como la tuya.

-Mi enhorabuena. Comprendiste la verdad sobre ti mismo. En la cualidad, en la esencia, en la realidad, ya eres lo que yo soy; no sólo hay cantidad, ni materialidad.

-Estás fundiendo los cables de mi entendimiento con tanta filosofía del otro mundo. Quiero beber una gota de tu sabiduría y no una lluvia de ella.

-Andando despacio se va lejos. Has comprendido lo principal. Debes permitir que tu cáscara se abra hasta tu corazón, para que tus semillas vivas, que eres tú misma, puedan salir y alcanzar mi tamaño.

-¡Despacio! ¡Despacio! ¿De tu tamaño? Eso me va a llevar muchos años.

En ese momento, el germen vivo de la manzana hizo tanta fuerza que asomó al exterior y se enterró en la tierra y con el auxilio de la humedad y del calor del Sol, se durmió. A los pocos meses salió una raíz blanca y tierna. La semilla fue creciendo, hasta salir fuera de la tierra que la cubría y se hizo verde por el contacto con la luz solar.

Por primera vez la semilla de la manzana vio que era ella misma, pero ahora un árbol de verdad. Llena de sorpresa y alegría comprobó que no había muerto. Esa muerte de la que hablan filósofos y místicos no era una realidad; era solamente remover un obstáculo muerto, un cuerpo, para que la semilla viva pudiese despertar a una vida eterna.

Y pensaba consigo mismo: ¿por qué tenía miedo de morir? ¿Por qué me confundía con mi piel y mi carne y no me identificaba con mi alma, con mi vida? Ese modo de morir venía de mi ignorancia; ahora sé la verdad sobre mí misma.

Y fue feliz.

No entramos en la Eternidad, ni salimos de ella: vivimos en la Eternidad; somos la Eternidad.

Antes de ser, éramos; siendo, somos; dejando de ser, seremos.

La Vida es una partícula de la Eternidad, y una forma de ella.

Así que no se sale de la Eternidad porque se entra en la Vida, sino que la continúa.

Vida y Muerte no son sino formas de la Eternidad

Autora:Isabel Navarro Reynés

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