La leyenda de Knockgrafton
Existe una leyenda irlandesa de las hadas que nos cuenta de un desdichado jorobado llamado Lusmore que vivía en un fértil vallecito al pie de las lóbregas montañas de Galtee. T. Crofton Croker, en su libro Leyendas y tradiciones de las Hadas del Sur de Irlanda, nos cuenta que el pobre Lusmore (a quien llamaban así porque siempre llevaba una ramita de digital lusmore -en el idioma de su país- en el sombrecillo de paja) sufría doblemente por su deformidad, ya que a las gentes del campo les causaba cierto temor y le huían. Una tarde, de regreso del bonito pueblo de Gahir, se sentó un momento para que reposasen sus cansados miembros, cerca de la fortaleza de Knockgafton. Al poco, oyó una preciosa música, aunque no terrenal, que venía de la fortaleza. Tan cautivadora era la melodía que Lusmore quedóse escuchándola hasta quedarse harto de la recepción de la tonada. Al rato, hubo una pausa, y Lusmore reanudó la canción por sí solo, en tono más alto y luego siguió cantando con las voces de dentro del castillo. Encantadas quedaron las hadas con esta variación de su melodía, y con pronta determinación, decidieron traer junto a ellas a aquel mortal, cuya habilidad musical tan superior era a la de ellas, y el pequeño Lusmore fue trasladado a su presencia con la vertiginosa rapidez de un remolino. Las hadas dichosas rindieron justo homenaje al talento de Lusmore, colocándole por encima de todos sus músicos y le festejaron como si hubiera sido el primer varón sobre la tierra. Pronto advirtió Lusmore que se estaba celebrando una amplia consulta y se sintió algo alarmado hasta que un hada se separó del resto para decirle:
Cantor, cantor:
no tengas dolor.
La joroba mayor
que causaba pavor
en tu espalda, señor,
se secó como flor.
Mírala sin temor
en el suelo, cantor.
Lusmore sintió en los hombros una inusitada ligereza y tan emocionado estaba que hubiera podido brincar sobre la luna de un salto. Miró sorprendido en torno suyo, pues por primera vez pudo alzar la cabeza y todo le parecía más hermoso cada vez. Subyugado al contemplar tan resplandeciente escena, empezó, a sentirse mareado y se le enturbió la vista. Por último, quedó sumido en un profundo sueño y cuando despertó, ¡oh maravilla de las maravillas!, era un hombre distinto. Vestido con un traje recién hecho, que debía de ser obra de las hadas, vio que se había convertido en un ser vivaz y bien formado. Poco tiempo después, le visitó una anciana que quería saber detalles de su "curación", para dárselos conocer a un amigo de su hijo que era jorobado. Lusmore era hombre de buen corazón y le contó de buen grado lo sucedido. La mujer le dio amablemente las gracias y regresó a su hogar. Contóle a su amigo cuanto Lusmore le dijera y atravesaron el pueblo para encaminarse a la vieja fortaleza de Knockgrafton. Esta vez el jorobado, que se llamaba Jack Madden, era un ser malhumorado y artero desde que nació. Cuando oyó la música de las hadas, tuvo tanta prisa que interrumpio el canto fabuloso, lanzando sus palabras a voz en grito y pensando que si un día fue bueno, dos serán mejor; y que si a Lusmore le habían dado un traje nuevo, él tendría dos. Ante esta intrusión, las hadas, indignadas, se pusieron fuera de sí, arrebataron con su tremenda fuerza a Jack Madden hasta hacerlo entrar en el castillo y le rodearon dando gritos y alaridos. Avanzó una de las hadas del grupo y dijo:
¡Jack Madden, Jack Madden!
Tus letras invaden
nuestra melodía
que es toda alegría.
Si aquí te trajimos,
fue porque oímos,
pero tu ventura
será desventura.
Pues no nos arrobas,
tendrás dos jorobas.
Y así diciendo, veinte de las hadas más vigorosas trajeron la joroba de Lusmore y se la colocaron enla espalda del pobre Jack, sobre la que ya tenía, y allí quedó fija con tanta firmeza como si estuviese clavado con clavos de veinte peniques, por el mejor carpintero que clavar supiera. Luego, las hadas le dijeron una patada al infortunado para echarle del castillo y a la mañana siguiente dos mujeres le encontraron medio muerto, con sus dos jorobas a cuestas. Inútil decir que el desdichado Jack no vivió mucho más, ya que sea por la vuelta a casa, sea por el peso que llevaba encima, murió poco después.
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JUANA INES GUERRA GARNICA -