Historia de amor
Hoy estas triste mujer, hoy seré tu bufón. Hoy la alegría huyó de tu rostro, hoy seré tu caballero andante que te devuelva la ilusión. Tu me tendiste la mano en mi momentos de desesperanza, hoy te la tiendo yo... porque una lágrima en tu mejilla, es llanto en mi corazón.
Ven... acércate, déjame entrelazar tus manos para que pueda trasmitirlas un poco de mi amor. Hoy no habrá beso apasionado, hoy tan solo seré el pañuelo donde derramas tu llanto desconsolado... porque una lágrima en tu mejilla, es llanto en mi corazón.
En mis noches de tinieblas fuiste luz en la oscuridad, bálsamo para mis heridas y compañía en mi soledad... por eso hoy que esta triste... yo sonrío por lo dos. No sé cuál es el motivo de tu pena... y me atormenta pensar que la causa es nuestro amor. Solo sé que te amo... y que me duele tu dolor... porque... porque una lágrima en tu mejilla, es llanto en mi corazón.
¿Sabes. ? Quisiera ser payaso, quisiera ser trovador... quisiera poder llevar a tus labios una sonrisa de ilusión. Sentir tu tristeza, escuchar tu apagada voz afligen mi alma... pero... pero hoy no me voy a dejar contagiar de tu pena, hoy seré fuerte como tú lo fuiste cuando mi barco zozobraba y me tendiste el cabo de tu amor, no permitiendo que me hundiera en las gélidas aguas de la desilusión. Hoy anclaré mi barco junto al tuyo y no dejare que te hundas en la desesperación... porque una lágrima en tu mejilla, es llanto en mi corazón.
Reposa tu cabeza en mi pecho mientras te susurro una historia que a mis oídos llegó. Dicen que en un lejano país, vivía una princesa cuya hermosura y bondad no tenía comparación. Cuentan que era alegre y sencilla, que una imperecedera sonrisa iluminaba su faz, haciendo resplandecer su belleza hasta tal punto, que la luz que emanaba de su rostro deslumbraba a todo aquel que la miraba.
Pero un día la princesa amaneció triste y la luminosidad de su rostro desapareció. El rey, al ver el estado de su hija, hizo las mil y unas para arrancarle una sonrisa, pero todo fue en vano y el monarca sufrió un gran dolor en su corazón, pues amaba mucho a la princesa.
Como si de un hechizo se tratara, la melancolía que padecía la bella joven, recorrió todo el reino tal cual epidemia, inundando a sus gentes de la más profunda apatía. La nación se moría de tristeza y nadie fue capaz de encontrar el remedio para devolver a la princesa su alegría.
El Rey, desesperado, mandó mensajeros a los cuatro vientos, con la orden de reclutar a los mejores artistas, comediantes y bufones del mundo que se encontraran por el camino. Desde todas partes del mundo llegaron los más variopintos y famosos personajes, atraídos, tanto por la suculenta recompensa que el Rey había prometido a aquel que hiciera reír a la joven, como por la belleza sin par de esta, de la que los mensajeros habían contado maravillas.
Malabaristas, cuyas proezas resultaban increíbles, actores, que interpretaron comedias que en otro lugar habían hecho reír a la gente sin parar, payasos, cuya solo presencia hacia soltar la carcajada, bailarinas exóticas de otros países, domadores de fieros animales... hasta un joven que había adiestrado a media docena de pequeños perros haciéndoles ejecutar mil y una monerías... todos, todos fracasaron en su intento de hacer sonreír a la bella princesa, que observaba atentamente las fiestas y cabriolas que se representaban para devolverle la alegría, pero la tristeza seguía instalada en su rostro.
El padre, al ver que nada de todo aquello devolvía la felicidad a su hija, hizo parar las actuaciones y se puso a pasear de un lado a otro del inmenso salón donde había reunido a todos los artistas. Estos dejaron un espacio libre para no molestar al monarca en sus idas y venidas. De vez en cuando se paraba frente al trono donde se hallaba su hija, movía apesadumbrado la cabeza y echando las manos a la espalda, volvía a recorrer la estancia de un lado a otro mientras trataba de hallar una solución.
De pronto, y sin que el joven adiestrador pudiera evitarlo, uno de los perritos cruzó ante el Rey introduciéndose entre sus piernas haciéndole perder el equilibrio y manoteando en el aire se fue al suelo. Un espeso silencio se hizo en la gran sala al ver la regia figura caída en cómica postura, ya que las rodillas evitaron que cayera plano a tierra, pero esto hizo que dejara su noble trasero en no muy noble posición, la capa de su vestimenta había caído de forma que le tapaba de cintura para arriba, dando a su imagen una grotesca apariencia. Fue entonces, en aquel silencio, cuando una risa cristalina llenó el aire. Todos se miraron entre si, tratando de descubrir quien era sido el osado que se había reído del Soberano, mientras, la risa seguía oyéndose.
El rey se levantó poco a poco, el no necesitaba buscar al apersona que reía, él conocía aquella risa mejor que nadie y con lagrimas en los ojos, miró hacia donde estaba la princesa y contemplo como la alegría había vuelto al rostro de su hija y como ella reía completamente feliz a causa de su caída.
Lo que nadie había conseguido, un simple incidente logró hacer, la tristeza abandonó a la infanta y como consecuencia, desapareció del todo el reino. La joven se encapricho del perrito que hizo caer a su padre y muy gustosamente el joven dueño se lo regaló. Pronto nacería entre ambos una fuerte amistad, que como bien supones, en boda acabó
esta es la historia que me contaron amor mío... Hay momentos en la vida en que nos invade la tristeza sin que comprendamos cual es el motivo de ella. Yo... yo solo quiero ser tu Rey... ese Rey que busco por todo el mundo la alegría perdida de su hija... yo quiero ser ese hombre, que aun en un acto involuntario, sea capaz de devolverte esa sonrisa... porque yo... yo desconozco el motivo de tu tristeza y tal vez la causa no sea otra en que me empeño en hacerte reír, cuando lo que tu me pides es mi compañía. ¿Es posible que este tan ciego... que no me dé cuenta... que lo que tu necesitas es mi amor y no mi bufonería...?
Perdóname amor si este a sido mi error, pero tu tristeza me hace perder la razón... porque yo... yo te amo... y una lágrima en tu mejilla, es llanto en mi corazón.
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